Es la negación de la
existencia.
No tiene color ni forma,
ni sabe a flor ni huele a
barro.
No existe en país alguno
mas, de algún modo, ha
conseguido
asentar su peculiar
acomodo
en nuestro lenguaje
humano.
Nada es el vacío.
Y una experiencia vacía
es lo mismo que la nada.
Y si la nada no existe
¿por qué existe la
palabra?
No deja de ser curioso
que algo que jamás ha sido
-y que nunca lo será-,
su nido haya encontrado
en la mente universal.
Nada
que me digas, nada,
podrá aclararme las nadas
con que confusa y pasmada
me levanto y me acuesto,
sueño, vivo y me alimento
veo el periódico, oigo la
radio
y de nada yo no me entero.
Es posible que no quiera
saber lo que aquí pasa
en este lugar vacío,
sin contenido sincero,
pelafustán y embustero.
Y si dije sin contenido
y que era un lugar vacío,
debí decir que era nada.
Está claro que este dilema
me está volviendo mema.
¡Nada
me consuela, madre,
y con tres o cuatro nadas
yo me haré una ensalada
de vacíos y de ausencias,
es decir, de nada, nada!
Alcalá de Henares, 28 de
octubre de 2013
Texto e imágenes realizados por
Franziska